Alerta de Gran Bretaña: Hasta 50% de posibilidades de Tormenta Solar en los próximos 5 años

Según el "National Risk Register of Civil Emergencies" del gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña, existe entre un 5% y un 50% de posibilidades de que dentro de los próximos 5 años se produzca una tormenta solar similar a la de 1859, considerada la más potente registrada en la historia. Este fenómeno ocasionó, en esa época, como único problema grave el fallo de los sistemas de telégrafo en Europa y América del Norte, pero ahora las consecuencias serían mayores y peores.



Un estudio de la National Academies de EEUU realizado en 2008 determinó que si una erupción solar similar se produciría en la actualidad provocaría una tormenta geomagnética que afectaría críticamente a las infraestructuras modernas, especialmente las destinadas a las comunicaciones.


Se asegura que los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero sus redes eléctricas siguen siendo frágiles y al estar conectados a tierra pueden ser susceptibles de ser dañadas por las corrientes continuas inducidas por las perturbaciones geomagnéticas.

Sin pretender entrar en complejas explicaciones sobre las causas de las erupciones solares ni como inciden en los planetas del Sistema Solar, y particularmente la Tierra, vamos a mencionar que entre las primeras manifestaciones de una erupción solar de gran escala se registraría un calentamiento de la ionósfera terrestre (capas de la atmósfera situadas entre 70 y 600 km de altura y que presentan una fuerte ionización a causa de la radiación solar) que afectaría considerablemente la propagación de ondas radioeléctricas, cambiando su densidad y composición, lo que afectaría a las comunicaciones por radio y a la señal del GPS (Global Positioning System: sistema de posicionamiento global). Otro efecto es el de la creación de intensas corrientes eléctricas en la ionosfera llamadas electrojets. Estas corrientes provocan un fenómeno eléctrico denominado "centelleo" que cambia la amplitud, fase, polarización y el ángulo de llegada de las señales. Según un informe del Departamento de Seguridad Interior de EEUU, la señal del GPS no sólo llegaría degradada sino que la tormenta geomagnética podría impedir que la Tierra recibiera la señal emitida por los 30 satélites que componen el sistema GPS.

En tierra, las cosas no serían mejores. La tropósfera (capa de la atmósfera terrestre que está en contacto con la superficie de la Tierra) se cargaría de electricidad de tal manera que hasta el agua de los océanos echaría chispas. Tal cantidad de energía buscaría un camino por donde moverse: de los cables eléctricos a los transformadores, recalentándolos hasta quemarlos.
Durante la tormenta de marzo de 1989, la zona occidental de Canadá se quedó a oscuras.
Volviendo a la tormenta solar de 1859, ésta no tuvo consecuencias brutales debido a que nuestra civilización tecnológica todavía estaba en sus inicios. Si se diese hoy, los satélites artificiales dejarían de funcionar, las comunicaciones de radio se interrumpirían y los apagones eléctricos tendrían proporciones continentales. Según los registros obtenidos de las muestras de hielo una fulguración solar de esta magnitud no se ha producido en los últimos 500 años, aunque se producen tormentas solares relativamente fuertes cada 50 años.
A pesar del avance científico y de los estudios que se están realizando en distintas partes del mundo, se sigue reconociendo que un gran problema es no poder determinar cuando será la siguiente tormenta ni su intensidad.
Precisamente, dado este avance sobre los conocimientos sobre el ciclo solar se sabe que está a punto de alcanzar su clímax, pero se está lejos de tener la precisión de determinar cuando será la fecha exacta de una nueva tormenta solar.
La NASA y la agencia espacial europea han colocado una red de sensores que están monitoreando en forma permanente el comportamiento del sol. Con la información recibida, el Centro de Predicción del Tiempo Espacial de la NOAA (agencia de EEUU) elabora partes diarios para un millar de empresas e instituciones de todo el mundo, para que puedan tomar las medidas necesarias a fin de evitar los efectos.
Sería conveniente que los gobiernos no solo nacionales sino también provinciales avanzaran con sus investigaciones sobre los efectos de las tormentas solares e implementen medidas conducentes a minimizar los daños que se presagian. En San Juan contamos con centros de investigaciones en fenómenos espaciales que contribuyen decisivamente para estar a la vanguardia en este tema.
A nivel mundial, aunque se está trabajando en modelos informáticos para anticiparse al Sol, no hay garantías de conocer los datos con mucha antelación, por lo que lo más realista hoy es prepararse para minimizar su impacto.
Es conocido que a finales de 2010, EEUU puso en marcha el programa Escudo Solar. Con ese sistema se puede anticipar dónde y con qué intensidad golpeará una tormenta solar. En ese tiempo, los responsables de las infraestructuras deberán suspender los elementos clave para evitar que, como en 1859, los telégrafos ardan.
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La tormenta solar de 1859 es considerada la tormenta solar más potente registrada en la historia.
En el año 1859 se produjo una gran eyección de masa coronal o fulguración solar.1 A partir del 28 de agosto, se observaron auroras que llegaban al sur hasta el Caribe.2
El pico de intensidad fue el 1 y 2 de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte. Los primeros indicios de este incidente se detectaron a partir del 28 de agosto de 1859 cuando por toda Norte América se vieron auroras boreales.
Se vieron intensas cortinas de luz, desde Maine hasta Florida. Incluso en Cuba los capitanes de barco registraron en los cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas cerca del cenit. En aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado a funcionar en 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y cortocircuitos que provocaron numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica. Se observaron auroras en zonas de baja latitud, como Roma, Madrid, La Habana y las islas Hawái, entre otras.

En las Islas Baleares encontramos una referencia en el Diario de Menorca.

Anteayer a hora avanzada de la noche vio una persona fidedigna dos auroras boreales, que si bien eran más diminutas que la que vimos años atrás no dejaron de causar un efecto maravilloso.—J. Hospitaler, 'Diario de Menorca' - Año 2 Número 237 (04/09/1859)3

Fue la interacción más violenta que nunca se ha registrado entre la actividad solar y la Tierra. La acción del viento solar sobre la Tierra el año 1859 fue, con diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas solares, y entre los días 28 de agosto y 2 de septiembre se declararon numerosas áreas con fulguraciones. El 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada, con un área de fulguración asociada que durante un minuto emitió el doble de energía de la que es habitual. Sólo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, dónde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
Una tormenta solar de esta magnitud tendría graves consecuencias para la civilización actual. Los rayos cósmicos erosionan los paneles solares de los satélites artificiales y reducen su capacidad para generar electricidad. Muchos satélites de comunicaciones, por ejemplo la ANIK E1 y la E2 en 1994 y Telstar 401 de 1997 han resultado dañados por este motivo. Un caso un poco diferente se debe a la expansión de la atmósfera por los rayos X que produjo daños al Asko japonés el 14 de julio de 2000. Los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero las redes eléctricas son incluso más frágiles. Los grandes transformadores están conectados a tierra y, por tanto, pueden ser susceptibles de ser dañados por las corrientes continuas inducidas por las perturbaciones geomagnéticas y aunque los transformadores evitasen la destrucción de los núcleos magnéticos se podrían cargar durante la mitad del ciclo de corriente alterna, lo que distorsionaría la forma de las ondas de 50 o 60 Hertz. En el año 1859, el invento del telégrafo se había producido 15 años atrás y la infraestructura eléctrica estaba realmente en su infancia. La tormenta solar de 1994 causó errores en dos satélites de comunicaciones, afectando a los periódicos, las redes de televisión y el servicio de radio en Canadá. Otras tormentas han afectado sistemas desde servicios móviles y señales de TV hasta sistemas GPS y redes de electricidad. En marzo de 1989, una tormenta solar mucho menos intensa que la perfecta tormenta espacial de 1859, provocó que la planta hidroeléctrica de Quebec (Canadá) se detuviera durante más de nueve horas; los daños y la pérdida de ingresos resultante se estiman en cientos de millones de dólares. Como señala una página web de la Universidad George Washington "la meteorología espacial, que es el resultado de los rayos X y de partículas de alta energía del Sol que interactúan de manera compleja con la Tierra, atmósfera y campo magnético, a menudo afectan a los modernos sistemas tecnológicos negativamente (por ejemplo, satélites, la red eléctrica, la radio), causando pérdidas económicas y sociales en las latitudes altas de la Tierra, como el norte de Estados Unidos, Canadá, Escandinavia y Rusia, que están en particular riesgo porque los campos magnéticos convergen en estas regiones "